PAGORTLAND, Oregón. — La mujer trans local Emma Nelson se vio obligada a cruzar la calle anoche para evitar una emboscada de “aliados bien deseosos”, cuya constante y agresiva afirmación de su identidad de género a menudo la deja sintiéndose cosificada y agotada, confirmó Nelson hoy.
“En el momento en que los veo, sus ojos se iluminan como un tiburón que huele sangre en el agua. Me hace sentir como un trozo de carne”, dijo Nelson, después de haber cruzado imprudentemente varios carriles del tráfico del centro. «Sé que las personas trans en otras partes del país lo pasan mucho peor, pero a veces no necesito que alguien me diga que soy hermosa».
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Nelson añadió más tarde: “Es difícil quejarse porque es algo bonito. Pero sería aún mejor si me trataran como a todos los demás y no me aplaudieran ensordecedores”.
Nelson se identificó con otras personas que pueden encontrarse en la misma situación y señaló que ha visto que les sucede a otras personas trans, «mujeres gordas que son dueñas» y parejas interraciales donde el hombre es asiático.
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“A veces se siente inevitable, como si debería simplemente tomarme un descanso y dejar que terminen con esto de una vez. Por lo general uso auriculares o gafas de sol oscuras y mantengo la capucha levantada para deshacerme de ellos”, dijo Nelson. “Un día traté de vestirme realmente informal y salí con una camisa holgada y pantalones deportivos, pero eso los animó más. Me felicitaron tanto por rechazar la feminidad tradicional que me dolió la palma durante una semana”.
Sin embargo, la aliada local Lorraine Schrock ve las cosas de otra manera.
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“Solo quiero que sepa que es hermosa. ¡Es un cumplido! Cada vez que veo a una mujer trans en la calle, quiero que sepa que es una inspiración para todos nosotros… y no la dejaré sola hasta que lo sepa”, dijo Schrock. «No puedo decir cuántas personas trans he perseguido sólo para darles un gran abrazo y hacerles saber que los estamos cuidando».
Al momento de escribir esta edición, Nelson había doblado por una pequeña calle lateral hacia un mercado de agricultores, donde su entrada fue recibida con estruendosos aplausos y gritos de: «¡Vete, niña!».